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39 por aquel mismo que antes era el gozo y la alegria de cuantos lo trataban. Esta práctica es tan antigua en la Religion, como su Seráfico Fundador; ella contribuye no poco para sepultar el lustre de los apellidos de distin= cion, y para vivir confundidos con los demas: le pusieron por nombre el Hermano Er. Salvador Joaquin de Sevilla, No sabemos cual fue la causa que movió al piadoso Pre- lado para llamarlo Salvador, ó si seria d peticion del mis= mo, por la resolucion que traia en su alma de seguir dá aquel amantísimo Jesus, que se constituyó por su inefa- ble amor nuestra salud, y la vida de nuestras almas. Concluida la toma de hábito, en seguida el Sacerdote lo abraza arrimándolo á su pecho, como para darle la enhorabuena, y manifestarle que ya es uno de nosotros. Despues, segun la costumbre Santa que observamos los Capuchinos, el novicio se levanta, se vuelve hácia la co- munidad , é hincándose de rodillas delante de cada Reli- gioso, comienza por el superior, y va abrazando á cada uno, ¡Qué seria ver á D. Joaquin en este lance! ¡Qué lágri+ mas tan fervorosas derramaria! ¡Qué rostro tan encendido en el amor de Dios seria el suyo! ¡O que cosas hace la gracia del Señor ¡Qué transforma- ciones tan pasmosas! ¡Como sabe transformarlo todo! Bien podian sus parientes, sus amigos, la Ciudad toda acercar- se á él para examinar su nuevo trage: El ya no es el que era. ¿Adonde se ha ido aquel vestido de tanto pri- mor y tan delicado? ¿Donde aquellas medias de seda, dónde aquella capa de grana, dónde todo su adorno? Vense alli hácia un lado parte de los despojos que acaba de arrojar. de sí. ¿En qué se parece este compungido no= vicio á aquel alegre y festivo mancebo, que transformado en Diosa de la gentilidad, iba tan adornado sobre un soberbio caballo, deslumbrando á todos los.que le mira- ban con la preciosidad de sus atavíos? ¿En qué se pare- ce aquel capucho tosco que ahora viste, á aquella mu- ceta y á aquellas borlas que en premio de su sabiduría

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