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32 » pero brillante, y llena de resplandores, que ¡ilumine tos » dos tus caminos mientras estes en el desierto del múndo: + 2qu1 gustarás de un maná delicioso , el pan de la tran » quilidad y quietud de tu espíritu en mi'seño, hasta que ,, conduciéndote yo por la mano llegues á'la tierra bue- y ha que te hé prometido ¿la celestial Jerusalen.* *Enagse- nado D. Joaquín con estas ideas, derrama 'abúndantes lágrimas, lágrimas dulces, lágrimas de reconocimiento y de ternura; se admira de la bondad de Dios con él, y exala sus afectós en espresiones de gratitud la mas recó- nocida, Acostumbramos los Capuchinos 4 detener algunos dias entre los novicios á los que pretenden el santo hábito, ha- ciéndoles que se ejerciten en lo mismo que 'aquellos practi- can, para que despues con mas madurez y conocimiento abracen elestado que han escogido, En razon de esta prác- tica establecida por nuestras leyes, estuvo D. Joaquin al- gunos dias con sus vestidos delicados del siglo confundido + mezclado con los Novicios, y asistiendo con ellos'4 tos dos los actos de Comunidad. Era un espectáculo tierno; y digno de la admiracion de los hombres y aunde los An- geles ver á este soldado hisoño en las guerras del Señor ade- lantarse á todos en las humillaciones,, y en el desprecio de sí mismo. Aquellas eran tanto mas dignas de atencion cuanto contradecian mas á su trage y porte, Un dia acae- ció el siguiente caso, que dá bien ú entender havta don- de llegaba en su ánimo el desprecio de todas las cosas del mundo. Estando todavia de catecúmeno (asi llamamos nosotros 4 los pretendientes del santo hábito, miéntras que estan en el Noviciado sin vestirlo) se despojaba del cal= zado, y se ponia unos alpargates con ánimo de no hacer ruido con los zapatos, que entonces se usaban con mucho tacon; cosa extraordinaria, y que no hacen los demas pretendientes, los cuales, no varian cosa alguna de. su €s= terior hasta tanto que toman el santo hábito; mas él-llas mada al corazon con aquel silencio tan edificativo que