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3 todos los visos de una nueva vida. Si los muertos sa- liesen de: sus lóbregas mansiones, se reanimasen, y ale- gres con la nuera existencia se volvieran otra vez á pre- sentar á sus parientes y amigos, no podrian estos hacer mas que lo que hacen cuando ven entrar por sus puer- tas un hijo, un padre, un hermano, un dulce amigo que ha estado mucho tiempo distante de sus propios hogares, Aunque todo corazon sensible se alegre y esperi- mente una dulce conmoción en estos casos, mas ningu- no como el de una madre cariñosa, ¡Que lágrimas no le cuesta un hijo ausente! ¡Que angustia no devora: su alma la incertidumbre de su estado! ¿Habrá un momen- to siquiera en que no tenga presente á la prenda que- rida ? ¿Se le podrá olvidar la imagen de su hijo por mas ue traten de distraerla? Mas cuando llega á ver que se le entra repentinamente por la puerta, cuando vé que se arroja en sus brazos, cuando oye el grito de gozo en que prorrumpe la familia al. poner los pies en su casa ¿se podrá decir lo que pasa entonces en el co- razon de una madre? ¡Ah! ¡que transporte de júbilo! ¡que espresiones tan patéticas de alegria! ¡que lágrimas tan dulces! Se pregunta el uno al otro, se interrum- pen las palabras, el gozo no cabe en el corazon; la na- turaleza entonces pone en movimiento todos sus mas en- cantadores y tiernos resortes para qne todo sea dulce; todo alegre, todo satisfactorio. Así fué Ta llegada del santo jóven Tobías á:su propia casa, cuya interesante pintura hecha por el Espíritu Santo es menester ser un mármol para: no interesar el corazon. A este mado de- bemos figurarnos la entrada de D. Joaquin en la casa de su viuda y desconsolada madre. Esta señora habia padecido mucho, mientras su amable hijo habia estado fuera de su vista; ella conocia su genio vivísimo, y aun- que tenia grandes pruebas para persuadirse de que su alma no habría padecido en este largo viage por sus modales, siem- pre puros y moderados, con todo, temia hubiese alguna alte-

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