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46 de Rosario, y hasta que evacuaba esta piadosa diligen- cia no -se retiraba á descansar. Cuando llegó4 Vera Cruz, su primera atencion (des- pues de cumplir con el dueño de la casa donde iba á parar) fué irse á la Iglesia Mayor á derramar los afec- tos y ternura de su agradecido corazon, delante de aquel Señor que tanto nos favorece; dándole gracias las mas espresivas por su feliz arribo. Todos los dias que estu- bo en Vera Cruz, no dejó de oir Misa: visitó todos los Templos de la ciudad, y en su diario dá una idea exac- ta y curiosa de cada uno de' ellos y sus adornos. Lo mismo hizo cuando llegó á la populosa Méjico, descri biendo con el: mayor esmero su magnífica Catedral, es- plicando la magnitud y figura de sus riquísimos ador- nos, altares y démas ¡particularidades. Prueba clarísima de que 'su corazon se deliciaba en las casas del Señor, y que en ellas encontraba todo su placer y alegría. (1) No hay funcion de Iglesia ocurrida en aquellas gran- des poblaciones 4 que D. Joaquin no asistiese, y de que no dé una idea muy determinada en su diario. No hay convento que no viese, no hay-acto de piedad que á él mo le llame la “atencion, y de que no hable; sin= gularmente le robaban el alma las funciones que se le hacian 4 María Santísima; de manera que no parecía sino que D. Joaquin había ido á las Américas*como «un peregrino que vá á visitar los lugares célebres en el orbe Católico, mas bien; que cómo comerciante que vá á imponerse en el giro de los negocios temporales. ¡O como se vén claramente los caminos por donde el “Señor vá conduciendo á sus escogidos, hastá que sin reparar. lo 'ellys, hallan haber llegado al “término fijado para sú santificación por sú mano sapientísima! Fin DEL PRIMEM CUADERNO. €) Sigue su Diario
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