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25 orilla del rio con el Simpecado en las manos, y sus dos niños á los lados. ¡O que pocas imitadoras tiene esta ejem- plar viuda! > ES El arreglo de su casa en todo respiraba religion: ella procuraba instruir en la piedad á sus domésticos, no 80» lo con reflexiones santas, sino tambien con el poderoso medio del ejemplo. La honestidad de su trage, el despre- cio de todo lujo, la modestia de su cara, la frecuencia de los Santos Sacramentos en el Pópulo, y en S. Pablo Casa grande de N. P, Sto. Domingo, sus muchas horas de oracion delante de Dios, especialmente cuando estaba su Magestad manifiesto, con las manos cruzadas, y Cerra- dos los ojos, pareciendo inmovil: todos estos actos de re- ligion, juntos con su amable conversacion, que en todo respiraba temor y amor de Dios, distinguieron á esta no» ble viuda de un modo particular, y le conciliaron el res- peto y la veneracion de cuantos la conocian. Su casa era el asilo de todos los pobres, ya de los que andan mendigando, y ya singularmente de muchos á quienes el rango de su nacimiento los cubria de rubor para pedir una limosna. A estos socorria, dándoles con frecuencia cantidades decentes. Era un espectáculo tier- no á los ojos de la humanidad, y de gloria á los del mis- mo Dios, el ver á esta Señora salir á la calle llevando siempre tras sí un número considerable de pobres que imploraban la beneficencia de aquel corazon amable. Los vecinos de la calle del Pópulo son testigos de las filas de infelices, que se formaban desde la Iglesia hasta su. ca- sa: todos veian en ella una Madre compasiva que 4 to- dos socorria, y consolaba en su hambre y desnudez, y á nadie desatendia por importuno que fuese: nunca esta- ba mas llena de satisfaccion que cuando franqueaba sus bienes y abria sus manos al desdichado. Los enfermos eran los que mas ascendiente tenian sobre su corazon compasivo. Ella hacia provision de medicinas para cu- rar varias enfermedades, como de quina, bálsamos, acei- 4
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