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eraciills E 20 de vuelo: cualquiera que presagie mal de su término ó conducta sucesiva solo por aquellos antecedentes, se espo= ne á un grande engaño. Francisco de Asis, aquel por- tento de pobreza y de penitencia, ¿no fue en sus prime- ros años un jóven divertido, de talento despejado, alegre, vivísimo, naturalmente franco, y amigo del adorno, y de la vanidad? Cualquiera que lo hubiera visto sobre el bufete de su Padre, dedicado 41 comercio, chistoso, ens tretenido, y hablando el idioma frances, hubiera creido que sus años habian de terminar en la disolucion y. en la codicia. Mas ¡ay! cuanto se' hubiera engañado! Esta clase de jóvenes stielen algunas veces, aun enmedio de sus devaneos y pasatiempos, descubrir algunos brillos: nada vulgares, y cierta grandeza de alma, capaz de los mayo- res heroismos. Alejandro el grande desde jóven presagia- ba lo que habia de ser; y desde luego se conoció que se- ría un gran conquistador: lo mismo Francisco de Asís; en la flor de sus años juveniles manifestaba en su mismo despejo, en sus palabras y acciones la capacidad de su espíritu, y su aptitud pará las grandes resoluciones. ¡Con qué facilidad se 'desprendia del oro y de la plata, y aun de sus ricós vestidos, cuando se le presentaba un indi gente ó un infeliz! ¡Qué ningun apego á los intereses del mundo! ¡Qué generosidad la suya! Digamos lo mis- mo, guardando la debida proporcion, de la juventud del V. P. Fr. Salvador de Sevilla, mientras $e contaba en- tre los habitadores del siglo, con el nombre de D. Joa quin Caraballo. Yo no puedo presentar en este jóven: hechos prodigios sos de santidad, como leemos de algunos otros «qué des- de los brazos de sus madres ya eran santos. Pero puedo hacer ver que tenia un alma sublime, que no conocia la bajeza de las inclinaciones rateras, un corazon magná- himo, un entendimiento vivo,-una extraordinaria come prensión y capacidad. Veremos un jóven cristianamente educado, de muehas esperanzas, de costumbres puras, y

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