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* 39 sado sus vidas en el ejercicio de las mas horrorosas austeridal des, cuando se vieron combatidos por los objetos lisongerog, hicieron ver cuan flaca es la virtud humana enmedio de lag ocasiones. El uracan furioso de la concupiscencia de la capo ne, no hay cedro del Líbano que no'tronche, cuando se pol ne á su alcance, no'hay fortaleza que no desplome, ng hay baluarte que no imutilice; contra este enemigo no'ha otras armas poderosas que la fuga. Sinembargo el V: P: Fr. Salvador, rodeado siempre de estos alicientes jamas le hicieron el menor quebranto : andaba entre los: atados res de la vanidad como Pacomio entre los peñascos de sus soledades. Su carne ciertamente estaba “espiritualizada 4 fuerza de tantas penitencias ó era un Angel en carne hu- mana. ¿Pero que cautelas usaba tan exactas y “precion sas? Sus “ojos estaban siempre contenidos dentro de*1% mas estrecha modestia. Por las calles no miraba más que la tierra que pisaba, y cuando era preciso tratar con mugeres lo hacia de modo que jamas fijaba “en ellas'su atencion. Nunca se le observó quédarse mirando 4l' ros- tro de ninguna, y tenia un modo'tal-de mirar; que'ób: servado con atencion, se advertía que no atendia 4 108 objetos. Para' conservar este candor entre las espinas dé tanto peligro, ademas de una continua presencia de Dios que era facil. conocérseló: “jamas dejó sas “penitenciasy austeridades: trataba su cuerpo con cuanta duréza po- dia, y siempre vivió en una continua penitencia. Por es- ta razon su' cama era la mas miserable, dura y sin ali- vio; herbia: en chinches; sin ¡cuidar sino raras “veces de que 'se la: aseaseñ, Nada diré de sus demas penítehcias; porque habiéndose ya tratado en otra” parte; debemos su- poner que el mismo sistema siguió toda su vida en cuan- to'se-lo permitian sus continuos males: en una palabra, fue siempre” másienemigo declarado dé sí mismo'que Es- ter de' Aman, que Judit de Holofernes, y* que “Jael de Sisara. Su carne cón todas sus concupiscencias estaban siempre crucificadas. aa 19 1