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ció cuantó' pudo por aumentar con su celo y vigilan- eia el hermoso y abundante capital que se le habia entregado: Entonces gustóy wió que esta negociacion era buena, CE) porque era la que de él exigia la voluntad del Señor. Hasta entonces habia gustado de 'las delicias y abrazos de su Dios en la oracion y en los ejercicios in- teriores; pero no habia' tomado el gusto Á la negociacion que el mismo Verbo eterno vino á ejercitar en el mun: dó;” ganando almas para el “Cielo; negociacion que fue la que lo trajo á este valle de miserias, la que le hizo nacer en un Pesebre, vivir pobre, y morir'en una Cruz. Por esta negociacion se le vió cansado y fatigado sen- tarse sobre el pozo. de Sicar para ganar una alma; por ésta 'predicó''en 'toda la Judea, ¡ba á todas partes; se sentaba con los' pecadores á' la mesa y comia con ellos: Estas' eran sus delicias, y de estas' gustaba tanto que las llamaba su manjar querido. (2) Esta luerosísima negocia- cion apenas habia llegado á los labios del P. Salyador en los siete años de 'su retiro, pues aunque predicaba y exorta- ba ú “penitencia, apenas concluia 'sus' sermones se vol- via á sepultar en la soledad y en el silencio; mascuan- do la gustó con motivo de la epidemia, cuando espe- riméntó Jo' que es sacar una una alma de las garras de la" etefná perdición; cuando el Señor: le dió 4 beber de st mismo caliz, entonces vió que era buena, escelente y sobre tóda ponderación preciosa su negociación; lo vió asi pór una luz celestial que iluminó su alma, y le hi- zo conocer “la importancia de la salud de las almas, como «pór “un movimiento fuerte: que el Espíritu Sau- to 'imprimió “en su corazón, lo vió tal vez de 'otro mo- do' mas ¿úblime que rio: hemos llegado á entender á cau- sa' del empeño que sie mpre puso en ocultarse; quizas lo veria, como vió S. Pedro. en aquella sábana bajada de los Cielos y'llena de arrimales- inmundos, su vocacion á predicar y anunciar el reino: de Dios á los incircunci- 41) Prov. sg. (2) Joan. 4: 32:

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