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1 regular. Entre' estos podemos contar al Y. P. Salvador, singularmente enla época de su vida oculta y peniten» te: él tenia Jos penosos cargos de Presidente de las con- ferencias morales, el de Predicador de Plaza, el de Bi- bliotecario, y de Maestro. de Novicios de que ya. hemos hablado. No es decible la exactitud con que desempeñó todas estas comisiones: él iba á predicar los dias festivos sin: faltar jamas, á no estar enfermo, presentándose infalible- ménte sobre el malecon de Triana'á la vista. de todos, y teniendo mas complacencia en este. ejercicio, que á los ojos de los mundanos parece de poca recomendacion, que el togado cuando se sienta debajo de dosel á ejercitar la magistratura. El.no se miraba nunca á sí mismo, si- no únicamente la gloria del Señor y la salvacion de las almas. p En los dias de trabajo siempre estaba ó entregado á sus penitencias, ejercicios de disciplina y oracion; ó de- dicado al estudio con el objeto plausible de hacerse util á sus hermanos. Sostenia las: conferencias morales con una-constancia inalterable mientras que el Señor no lo llamó á la vida pública; sus resoluciones estaban acom-= pañadas de aquella sabiduría humilde que ¿anto cautiya los corazones. Oia los dictámenes de los demas, y des- pues resolvia lo que creia mas conforme á la. sana doc- trina; si alguno trataba de replicarle, él, jamas ni le- vantaba la yoz, ni se alteraba en lo mas leve; nunca perdia aquella igualdad y circunspeccion que es propia de los que tienen bien arraigado en su corazon el cono- cimiento de su propia bajeza. Como era Bibliotecario, todo el tiempo que le per»: mitian sus ocupaciones, y su oculta' distribucion lo: pa- saba en la librería (1) registrando é imponiéndose en: cuantos tratados y materias contenian las muchas obras, que especialmente en aquellos tiempos anteriores 4 la (1) P. Santofl. N. 3.

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