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ce puchino. Luego que llegaba á algun convento, se iba al coro al primer toque de la campana, por mas largo y penoso, que hubiese sido el viaje. Nunca quiso le pusiesen un pobre colchon para alivio del camino, como se hace con los huéspedes caminantes, usando solo de las desnudas “tablas, así para privarse de este corto alivio, como para estar expedito á levantarse á Maytines, aunla mis- ma noche que llegaba á los conventos, cuya santa . costumbre observó siempre. Estas y otras austeri- dades ocasionaron al santo general, gravísimos achaques, y entre ellos el accidente fatal de la go- ta, con que padecia cruelísimos dolores; y aunque le habia concedido el Señor una complexion ro- bustísima, no pudo menos de rendirse á tanto gol- pe de penitencias y austeridades, como le acarrea- ron el impulso de su fervor y fatigas de su minis- terio. | 7. Cuando llegaba á los conventos, aunque fue- se despues de nueve ó diez leguas de camino, co- mía tan escasamente, que si era el alimento bastante para no morir de hambre, no lo era para reparar las fuerzas perdidas. Si las personas devo- tas y principales de las ciudades por donde pasa= ba y hacia alguna mansion, le regalaban, para ex- primir su afecto alguna comida exquisita, hacia la pusiesen á la mesa. y dando religiosas gracias al bienhechor, la probaba y mandaba lo repartie- sen entre los compañeros, lastimándose mucho de su cansancio y asistiéndolos con todo aquel lleno de caridad que permitian las ocasiones. Procuraba como amoroso padre ver á todos sus súbditos, para

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