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A amabilísimo para con sus frailes, exhortando mas que mandando. La dulzura de su génio, y mucho mas de su espíritu en el gobierno de sus súbditos, hizo tan suave el yugo, que se apetecia como ali- vio: apacentaba sus ovejas en los amenos campos de la piedad, sin honda, nicayado, ni otro instru- mento del rigor, á quien miraba como ceño de la virtud. Todos le obedecian alegresy gustosos, sin hallar repugnancia en la mas difícil obediencia. Y á la verdad, si el prelado gana del súbdito el cora- zom cón la dulzura y el cariño, podrá dominar hasta en su entendimiento, y hacer apacible lugar á la perfeccion de su instituto; y si no, habrá de forcejar con los génios, con los dictámenes y aun con las mismas leyes; porque se hace duro obede- cer á quien nose ama, ni la autoridad del supe- rior ha menester al miedo para conciliarse el res- peto, que el buscarle á costa del ódio fué máxima de un pérfido tirano. Su imperio en las órdenes que intimaba, más sonaba á ruego que á dominio, imperando suavemente en los corazones, con otra especie de dominacion, que siendo tanto mas apa- cible, no es menos eficaz. Casi siempre solicitaba primero saber la voluntad del súbdito: exploraba su inclinacion y génio, y en qué empleo se ocu- aria mas gustoso; y si hallaba talentos proporcio- nados á los deseos, le señalaba para aquel oficio ú empleo adonde le llamaba su inclinacion. Otras veces, dejaba al arbitrio del súbdito la misma ocu- pacion á que ya le tenia destinado, sabiendo que le cautivaba blandamente la libertad, con dejarle aquella eleccion.

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