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+ ua o se abstenia de toda palabra que les pudiese lasti- mar y encender en mayores (aunque siempre in- justas) indignaciones á que se oponia con cuerda y religiosa modestia. 17. Como las saetas envenenadas de los secta- rios herian tambien á los eclesiásticos, tomaba de aquí ocasion oportuna para hacer fervorosas pláti- cas á los sacerdotes, exhortándoles al cumpli- miento de las obligaciones propias de su estado, y quese guardasen con el mayor cuidado de acciones escandalosas; porque la desordenada vida de los eclesiásticos, desacredita la dignidad, avergijenza la iglesia, mancha la fé y da motivo á los herejes para murmurar de los católicos, é impide su reduc- cion al gremio santo de la Iglesia. Recordábales aquellas terribles, pero verdaderísimas palabras de San Gregorio, que dice (1): ningun perjuicio to- lera Dios mayor en la Iglesia, que la vida escanda- losa de los sacerdotes; y que aquellos, que ha pues- to para la correccion de otros, den de sí malos ejemplos, valiéndose de su mayor dignidad para te- ner mayor libertad de pecar. Empleaba, pues, todo su celoen reformar la costumbres del clero, como - Cosa lan necesaria para la reduccion de los he- .rejes. Y para resarcir el siervo de Dios con su inculpable vida los daños que habia padecido la iglesia de Alemania por el vicio de no pocos ecle- siásticos, que llevados ya de la embriaguez, ya de la lascivia, habian profanado el santuario con sus malas costumbres y casi extinguido la fé, compo- (1) S, Gregor. Homil. 17. in Luc. 10,

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