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ct la fama que iba adquiriendo en unas provincias la predicacion admirable de nuestro Brindis, se mul- tiplicaba en las demás con el sonoro eco de su ilustre crédito. Pero el elogio principal era, no el que tributaban las voces, sino las mismas espe- riencias de tantos errores deshechos, de tantos desórdenes corregidos, de tantos pecadores con- vertidos á la eficacia de sus fervorosos sermones. Sin duda escogió Dios á este gran varon, para que como un apóstol llevase su santo nombre por todas partes, pues, en toda la tierra se oía el sonido de su fama. No solo á Italia se redujo su celo, sino se entendió tambien á Alemania, Bohemia, Baviera, al Tirol, y á otras provincias mas remotas. 16. En todos estos reinos, infestados entonces con feísimos errores de heregías, fueron innume- rables las conversiones que hizo en los sectarios, entrando en este número muchos de los mas doc= tos y principales, por lo que justísimamente me- reció el glorioso renombre de martillo de los here- jes. La predicacion, para que sea útil, ha de ser en tiempo oportuno, segun el apóstol San Pablo, y ninguno mas oportuno que el que le tocó al siervo de Dios, pues, apenas se ha visto siglo mas cor- rompido en todo linaje de vicios, escándalos y - errores; y tan diversos, que apenas convenian con otros. Unos seguian la secta y error del príncipe 6 Pr los dominaba: otros la credulidad del predicante 6 maestro, en cuyas manos habia caido su desventurada suerte: otros la religion d irreli- gion de sus padres y tutores, y otros inventores de nuevos dogmas, vomitaban tan mortíferos venenos

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