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a te una mujer endemoniada, instigada de Satanás, empezó á dar tales gritos y alaridos, que aturdido el auditorio, ni oia al predicador, ni podia atender á su doctrina. Conoció luego el siervo de Dios el ardid de Satanás y dijo: Obmutece maledicte. Calla maldito, calla. Emmudeció al punto el dragon in- fernal y no volvió áinquietar al auditorio. En otra ocasion predicando en la iglesia mayor de nues- tra Señora de la Montaña, otra endemoniada obran- do en ella el espiritu inquieto de Satanás. pertur- baba á los oyentes con sus violentos meneos, qui- tando la atencion al auditorio con voces descom- pasadas. Volvióse á ella el siervo de Dios, y con mucho imperio la dijo: Calla maldito de Dios, y luego al punto obedeció. Otras veces predicando en el campo, levantaba Satanás furiosas tempes- tades de truenos y relámpagos, para alemorizar la gente y que dejase el sermon, pero conociendo el siervo de Dios quién movia aquellas tempestades, les aseguraba á los oyentes que no les haria daño alguno; y sucedia así, porque haciendo la señal de la cruz, 6 se desvanecia como humo aquella tempestad ó la apartaba á otra parte, sucediendo no pocas veces que, lloviendo con mucha abun- dancia por todas partes, no caía una gota sobre el auditorio, confirmando el cielo con estos prodigios la predicacion del siervo de Dios. Hallábase pues, toda Italia ilustrada con la doctrina de este insig- ne orador. No solo donde predicaba se vía eco de su voz, sino aun en otras muchas partes, al modo que en el Pórtico Olímpico, pronunciada una voz, resonaba siete veces por beneficio del eco, así de L

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