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o. 12 o nos la bendicion, con que todos recibian singular consuelo y devocion. Esto hacian, no solo la gente comun y plebeya, sino los príncipes, reyes y em- peradores, hasta los obispos y cardenales, como veremos despues; confesando, todos sentian con su contacto y bendicion, gran consuelo espiritual que los movia á servir á Dios. Uno de los que sin- tieron estos admirables efectos, fué Fr. Francisco de Gravelona, capuchino. Siendo secular se halla- ba estudiante en la Universidad de Pavía; y ha- biendo logrado besar la mano al siervo de Dios y recibir su bendicion, fué tan grande el fervor que sintió en sí, que dejando luego el siglo y las bien fundadas esperanzas de vdlimiento que le ofrecia, abrazó el instituto capuchino, y fué religioso de singular humildad é integridad de la vida. Cuan- do predicaba, le vieron muchas veces rodeado de. una luz refulgente y hermosa. Reprendiendo los vicios solia arrojar llamas de fuego encendido, y lo mismo cuando trataba del amor de Dios para con los hombres. Otras veces se le notaban tantas lágrimas que bañaban su rostro; y esto era mas frecuentemente cuando trataba de la pasion y muerte del Señor, y tambien cuando predicaba de cuán corto es el número de los que se salvan, y cuantas almas se pierden entre los infieles, idóla- tras, herejes, gentiles, y aun tambien entre los cristianos. | 15. Astuto el enemigo para impedir tanto fruto como hacia en las almas el siervo de Dios, procu- raba por todos modos molestarle. Predicaba un dia en nuestra iglesia de Verona, y hallándose presen-

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