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coo cosa que este pobre manto. Ea, mirad si cada uno de vosotros quiere concurrir por caridad segun sus fuer- zas, al socorro de esta grave necesidad. Bastaron es- tas breves palabras para mover á los oyentes á piedad y que concurriesen con crecidas limosnas, con que se remedió abundantemente aquella ne- cesidad. Predicando el siervo de Dios, en cierta ciudad de Italia, cuyo nombre calla de intento la historia, supo que el príncipe y señor que la gober- naba, vivia amancebado con nota y escándalo de todos sus vasallos. Propuso un dia por tema de su sermon aquellas palabras del profeta Isaías: Dabo puoros principes corum et, efeminati dominabuntur eis: Ruitenim Jerusalem et Judas concidit (1) De- clamó con un espíritu fuerte contra los escánda- los y escandalosos. Decia que Dios castigaba á los hijos por los pecados de los padres, y á los pueblos por los pecados de los príncipes y señores que los gobiernan, permitiendo el Señor, que, atraidos los vasallos del escándalo y mal ejemplo de sus seño- res, corran todos precipitados á la perdicion eter- na. Este fué el castigo grande que Dios obró con . su antiguo pueblo. Les daré por príncipes, dice el Señor, á unos muchachos y los dominarán unos aleminados, de donde se seguirá la ruina de Jeru- salen y la destruccion de Judea. Aquí, exclamó el siervo de Dios con una voz terrible, y dijo: 14% ciu- dad! ¡ciudad! Vereis vosotros dentro de pocos días, caer una columna del edificio infernal, que tanto Fuego ha derramado sobre vuestras almas, y de ali á 1) Isaf.3.v.4y8

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