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UI tillería,+ que opuso á los muros, hasta entónces defendidos de la torpeza, y sensualidad, fué su austera y penitente vida, á cuya presencia, Cco- mo á la del sol las tinieblas, huia avergonzado el halago de los sentidos. Reprendia los vicios, pero con grandísima suavidad y blandura; y aunque los lugares de la sagrada Escritura, de que se valia, eran saetas agudísimas para compungir los corazones y moverlos á penitencia, no era para herirlos y lastimarlos, que es conforme al dictá- men de San Gregorio (1); Es la Sagrada Escritura (dice el Santo) dulce en la boca de aquel cuya vida se halla corregida con sus preceptos: habla con ella suavemente, el que por ella compuestamente vive. Es- te fué el método que usó nuestro Brindis, y con él quedó Nápoles convertida de Nínive pecadora, en Nínive penitente. Las conversiones de jóvenes disolutos, de mujeres perdidas y de hombres desal- mados fueron sin número, y eran el objeto de la admiracion y conversacion comun de los ciuda- danos. Fué tan singular el concepto que mere- ció de todos, que bastaba cualquiera insinuacion suya para que todos la aprobasen. Mandóle el Ar- zobispo, que encomendase en un sermon, concur- riesen los oyentes con alguna limosna para socor- rer una gran necesidad, y habiéndolo hecho el siervo de Dios y acabada la exhortacion, se quitó el manto pobre y remendado y tomándole en las manos dijo con afectuosas palabras: Hermanos mios carísimos, yo no puedo por mi gran pobreza dar otra 11) S. Greg. hom, in cap. 3. Ezech.

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