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> WFas la ciudad de Casal, le suplicó monseñor Tulio Car- reta, Obispo de dicha ciudad, que predicase al pueblo. Obedeció el varon santo, y viendo el fruto grande que habia sacado en los fieles, le pareció no seria inferior si predicase á los hebreos. Pidió- le, les hiciese algunas pláticas; y como siempre estaba pronto á la conversion de las almas, vino en ello. Hay en Casal una sinagoga copiosísima de hebreos; y para que la funcion fuese con la solem- nidad posibley se evitasen desórdenes, dispuso Su Ilustrísima, se ordenase una procesion, en que iban tambien sacerdotes y caballeros principales, separados los hombres de las mujeres, y llegando á la Catedral y tomando asientos, cerraron las puertas, para evitar confusion. Subió al púlpito, y con su acostumbrado fervor predicó en lengua hebrea, explicando los Profetas, que hablan de la veuida de Cristo, confrontando los textos hebreos del Viejo Testamento con los latinos del Evan= gelio, alegando tambien la autoridad de sus mas famosos Rabinos, é impugnando las patrañas, que la malicia ha introducido en sus libros; y todo esto con un lleno de doctrina y eficacia, que ad= mirados los mas sabios maestros de la Sinagoga, exclamaban diciendo: Jamás ha hablado ningun hombre como éste (1). Hallándose en Praga el siervo de Dios con el empleo de Comisario general, como se dirá en el capítulo siguiente, quiso hacer expe- riencia de su sabiduría el cardenal Spineli, Lega- do apostólico en aquel reino. Era grande la fama 1D Suma fol. 51. Sr

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