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EA ze — — evangélicas abrieron el camino al siervo de Dios, para las grandes conversiones, que hizo en aque- lla y en otras Sinagogas. El espíritu del Evangelio todo es amor y caridad y no dureza ni rigor: su pre- dicacion para que sea fructuosa, ha de acompañar á su espíritu: así lo practicaba nuestro Brindis. y ya que los tenia benignamenle inclinados, sacaba de la escritura antigua (como de aljaba llena de flechas) los textos mas claros y genuinos, para pro- bar como habia ya venido el Mesías prometido y que ellos con tan ciego y perlinaz error aguardan; confutando tambien los errores, que la malicia 6 la ignorancia habia sembrado en sus libros. Para mas evidencia de lo que decia, llevaba al púipito la Biblia Sacra escrita en hebreo: leia los textos genuinos, los explicaba, concordando la cronolo- gía de los tiempos; y como esto lo hacia con tanta claridad y sutileza, examinando aun las mas ocul- tas ceremonias y ritos de su ley, hablándoles en su misma lengua hebrea, le tenian muchos por he- breo de profesion, no persuadiéndose cupiese en otro tantas noticias y secretos misterios. Ayudaba tambien la vida ejemplar y virtudes heróicas del predicador, pues los hebreos, como los demás in= fieles, se mueven aun mas por el ejemplo que por las palabras. Muerto Gregorio XIV, le mandó su sucesor Clemente VIII, que continuase predicando judíos, dándole todas sus facultades apostó- licas para admitirlos al gremio de Jesucristo. Tres años contínuos empleó el siervo de Dios en este santo ejercicio, con crecidísima utilidad de aque- lla ciega gente, porque fueron muchos los que se

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