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Us entre los capuchinos, poblándose los noviciados de las estrechas religiones de ilustres jóvenes, que fueron de mucha utilidad en la Iglesia con su vi- da, doctrina y ejemplo. Igual fruto causó tambien en el otro sexo, porque muchas doncellas nobles dejaron el mundo y se pesinggon á los claustros religiosos (1). : 11. Era tan universal la fama del siervo de Dios en toda Italia y aun entoda la Iglesia, que llegan- do su eco (lleno de mucha luz) á oidos del papa Clemente VIII, que entonces gobernaba la Iglesia, le mando fuese á Roma, para predicar á los judíos de aquella capital. Todos saben cuán difícil es la conversion de los hebreos, que cubriendo, como dice San Pablo (2), los interiores ojos de la con- ciencia, con el velo negro de la obstinacion, casi se imposibililan á la luz del Evangelio, impacien- tes contra los que se le predican. Pero no obstante, - la antorcha luciente del siervo de Dios, no se ren- dia á esta pesada y tenaz niebla; antes bien lleno: de caridad y precediendo mucha oracion, empezó á predicar, usando de su misma lengua hebrea, - con toda la perfeccion y claridad, que ellos mis- mosla usan. Se les mostraba, no rígido, sino ca- riñoso: no áspero, sino afable. Hablando con ellos desde el púlpito, deshaciéndose su corazon en dul- zura, les daba el título de carísimos hermanos mios, ganándoles tanto la voluntad, que ellos le llamas, ban nuestro amado predicador (3). Estas máximas “o Suma fol. 305. (2) 2. Corin. 3. 15. '3) Suma fol. 59, «add. Be btt e ES Pia . a in A ma poñ 9

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