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averiguar si correspondian sus sermones al ruido- so. eco de su fama , concurrieron á oirle en creci- dl das tropas. Valióse Dios, como suele, de este debil | medio para su salud espiritual, asistiendo con tan singular gracia al predicador, que notando aquella eran suavidad y dulzura de sus palabras junto con la eficacia y fervor de su espíritu, movidos y apri- sionados de la virtud, los que antes corrian libres y despeñados tras los vicios, lejos de aborrecer la correccion, se decian unos á otros: ¡Qué vida hemos traido hasta ahora! ¡Qué ceguedad ha sido la nues- tra! ¡Y como el Señor no nos ha confundido con su justa ira! ¿Por ventura este predicador no es enviado del cielo para nuestro remedio? ¿Pues quién habrá de resistir á sus palabras? Ya vemos qué pago nos ha dado elmundo y sus deleites; y siendo el mismo siem pre, sin mudar de condicion, es preciso dejarle y huir sus lazos y asechanzas. Conferenciaban entre sí, lo que debian hacer para salvarse, llenos de contri- cion y lágrimas, y buscando al siervo de Dios y 3 descubriéndole las heridas espirituales que pa= decian en sus almas, le pidieron con uniforme ins- tancia y devotísimo rendimiento, les diese eficaz remedio para curarlas, y para no volverá incur- rirlas. Oyólos el siervo de Dios con singular com- placencia, y advertidos de lo que debian hacer, los remitió á varios maestros espirituales. para cer con ellos una confesion general y despues, eseando seguir vida mas perferta, y asegurar su salvacion aprobándolo el siervo de Dios, unos to- maron el hábito entre los dominicos, otros entre los carmelitas, otros entre los cartujos y no pocos

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