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- Y no vulgares de ser portentosa y grande. Vunca o0l- vidó lo que una vez leyó. Esta era frase comun en- tre los que trataban á Brindis. Era su memoria toda cera, para impresionarse y para conservar la impresion toda bronce. Los argumentos que le hacian, aunque largos, los repetia sin equivocarse en un término: las autoridades que le ponian, las decia de memoria, como si las estuviera leyendo. Un caso gracioso refiere la vida italiana, que con- firma lo grande de su memoria (1). Era famoso en aquel tiempo en la predicacion el P. Eberto, do- minicano, amigo íntimo del Guardian de Venecia, y para darle éste un chasco, le mandó á nuestro Lorenzo, que fuese á oir á dicho P. Eberto un ser- mon de mucho empeño, que habia de predicar en una de las Iglesias de Venecia, y que luego que le oyese, le escribiese (segun se le acordase) para en- viársele al predicador. Obedeció el B. Lorenzo; y habiéndole escrito con las mismas voces, frases, términos y autoridades con que se predicó , se lo remitió el Guardian, diciéndole, que mirase para otra vez lo que predicaba, pues como veia, todo es- taba escrito. Pasmóse el P. Eberto al leer lo que jamás habia visto, ni leido en autor alguno: aun- que luego salió de aquel laberinto en que estaba, sabiendo lo que habia pasado, quedando no menos admirado que antes, y movido de curiosidad, fué á nuestro convento á ver á Fr. Lorenzo, de quien quedó muy prendado. Tal era la memoria de nues- (1) Lib. 1. cap. 3. $. 2. de la vida del P. Rossi. Item Suma de los procesos, fol. 55.

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