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a — mentó de los tiempos que han ofuscado el esplen- dor de la solemnidad impidiendo celebrarla en la majestuosa Basílica Vaticana. Dió fervorosas gra- cias al cielo que le habia permitido en tal dia de- cretar los honores de los cuatro santos héroes de la Iglesia católica, de quienes hizo el elogio re- cordando sus méritos y virtudes y en los cuales dijo, la Iglesia militante tendrá nuevos protecto- res y ejemplos que imitar los hijos del siglo, ya sean eclesiásticos, ya seglares, ya regulares y ler- minó implorando para la Iglesia Universal las sú- plicas y la intercesion de María Inmaculada y de los nuevos Santos. Despues de la Homilia del Pontífice, acercándo- se al Trono el Cardenal Zigliara cantó el Confileor con la invocación de los nuevos Santos y despues el Cardenal Obispo Asistente publicó la indulgen- cia plenaria. Durante el canto del Credo, doce Car- denales miembros de la Sagrada Congregacion de Ritus, invitados por el Maestro de Ceremonias, sa- lieron del Presbiterio para dirigirse á la capilla Paolina, en donde sobre cuatro mesas elegante- mente dispuestas habia las oblaciones. | Cuando el Augusto celebrante llegó al Ofertorio, se cumplió el Ritu de la presentacion de las obla- ciones, Ritu tan antiguo como venerado, con el cual nuestros padres tributaban con la ofrenda de cosas materiales un obsequio al culto del Pastor Supremo de todos los bienes. Las oblaciones eran tantas, cuantos los Beatos recientemente canoni- zados, y á falta de espacio se colocaron en vez de á la izquierda del altar como se hacia en la Basíili- 3 30, ARA EN eb EA e a ae e TA

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