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— los otros en las manos de los Maestros de las Cere- monias pontificias para esto destinados. Reunidos de este modo todos los votos, Su San= tidad, prosiguiendo la alocucion, dijo: que si bien estaba plenamente satisfecho del consentimiento unánime que habia manifestado aquella augusta asamblea, no obstante, antes de llegar á la senten- cia definitiva, queria que se continuase con fer- - — vientes oraciones á pedir al Altísimo la gracia y la luz que necesitaba. Hecho esto y lo demás que se acostumbra en. casos semejantes, Su Santidad se levantó del tro- no, dió su bendicion á aquella augusta asamblea y se fué con el mismo acompañamiento á dejar las vestiduras pontificales en la Sala para esto desti= nada, y luego se retiró: á sus habitaciones Pañtler culares. eS Ly ÓN pad E CAPITULO XXX. Y cio Pp osas ceremonia de la: Pe in ns h nación finalmente el dia tan sospizado que habia de llenar de júbilo todo el Orbe católico celebrando la solemne fiesta de la Inmaculada Concepcion de María Patrona de las Españas y Pro- tectora de nuestra Seráfica Religion. Bien venido sea el dia 8 de Diciembre de 1881, en el cual nues- tra Religion capuchina rebosa de alegría por ver encumbrado á los últimos honores de lasantidad á uno de sus humildes hijos, que un dia fué su Pa- dre y Pastor con el título de General de toda la
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