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sc dió largos y continuos viajes, penetró en diversas regiones, estudió sus necesidades y héchose todo para todos, con la palabra y con las obras derramó en todas las partes que pudolos influjos benéficos de su celo apostólico. Con fina sagacidad supo can- tivar tambien el ánimo de los reyes, los cuales por- que fueron dóciles á los consejos de aquel religioso pudieron estrechar entre sí felizmente aquellas santas alianzas, las cuales bien que dirigidas á combatir los enemigos de la fé, sirvieron podero- samente para asegurar sobre sólidas bases la tran=- quilidad de sus reinos, gozando de la paz deseada. De lo que se sigue que al levantar al honor de los altares á este gran Franciscano, Nos alienta la es- peranza, que mediando su intercesion, los pueblos y los Príncipes escuchando con docilidad la voz de la Iglesia, volverán á la recta senda y así po- drán evitar los peligros que les amenazan de ine- vitable ruina. - 15. Mas no Nos es menos grata y alegre la me- moria de la B. Clara de Monte Falco. Pues que Nos complacemos en recordar, que cuando goberná- bamos la Iglesia de Perusa, dos veces visitamos su santuario y allí ofrecimos dos veces el incruento sacrificio en el altar en que reposan sus restos mortales y llenos de admiracion y amor observa- mos las preciosas enteras é incorruptas reliquias de esta Vírgen, y sobretodo su corazon tan famoso por Tas admirables impresiones, que recibió de la Pa- sion del Redentor. Y ahora que estamos encarga- dos del gobierno de la Iglesia universal, Nuestra veneracion por esta Vírgen se ha aumentado y $

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