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io con mucho trabajo, se dirigió al altar del Santí- simo Sacramento, donde oró con fervor y piedad; en seguida pasó al altar del beato, pidiéndole con fé y confianza que intercediese á su favor. Hecha la súplica la enferma se levantó sola sin ayuda de nadie, y cuando iba á salir del templo, sintió que el vendaje que cubria las úlceras se le caia, que habia recobrado las fuerzas y que estaba perfecta- mente sana. Gozosa y agradecida entró de nuevo á la iglesia, y de hinojos hizo su accion de gracias á su Dios y al beato Lorenzo por tan gran beneficio. Al volver á casa encontró á uno de sus hijos, quien al verla tan ágil y contenta, le preguntó: «¿Qué es esto, madre mia, que la veo tan suelta y cambia- da?» «Hijo mio, contestó ella, estoy enteramente curada, el beato Lorenzo de Brindis me ha obteni- do de Dios nuestro Señor, instantáneamente la mas perfecta salud.» 8: En efecto: desde aquel dia todos pudieron convencerse de la verdad del milagro. El cirujano que le asistia, al subir la escalera, oyó que le de- cia: «¿A donde va V., á donde va? Puede V. reti- rarse porque ya estoy buena.» No obstante quiso ver las piernas y rodillas, y se convenció que en realidad estaba curada y sana. Diez años despues del milagro fué visitada por. los peritos del arte, quienes despues de un minucioso y concienzudo exámen la hallaron perfectamentecurada, tanto que parecia increible que hubiera ella nunca padecido dolor alguno, reconociendo todos con el cirujano, que esto solo se podia atribuir á un verdadero milagro.

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