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o malo, ni habilará en el cuerpo sujeto á los peca- dos, aborrecia tanto la culpa, que de solo el nom- bre se asustaba. Mucho tuvo que agradecer nues- tro Lorenzo á la Providencia Divina desde su niñez, pues sin dar lugar á que viciase la ociosidad los candores de su alma, la impresionó de virtu- des, y con la provechosa tarea de los estudios la enriqueció de noticias. Es práctica entre los ca- puchinos, segun el cap. 9 de sus constituciones generales, no dedicar á los jóvenes al estudio li- terario, hasta pasar á lo menos dos años despues del noviciado, para que en este tiempo se arraigue mas el espíritu, ejercitándose en oracion, peniten- cia y retiro; pero de esta ley fué excepcion nuestro Lorenzo, pues hallándose su bendita almaadornada de todo género de virtudes, é ilustrada con nov vul- gares principios escolásticos, determinaron los pa- dres ponerle desde luego á los estudios, para que no perdiera tiempo; y conociendo sus grandes ta- lentos, procuraron darle tambien un gran maestro. No hay ingénio tan profundo, tan util, ni tan claro, que por sí solo pueda arribar á la eminencia de una perfecta sabiduría sin el arrimo de un maes- tro. La tierra mas pingúe se quedará erial y campo de malezas, si faltare el cultivo de un edizo labra- dor, á cuyo trabajo corresponda agradecida con su fecundidad. Deseaba saber nuestro bendito jóven, y ayudaba sus deseos con desvelada aplicacion; pero aun le faltaba para lograrlos bien un gran maestro. Teníale la religion en el convento de Pá- dua, famoso en su tiempo, que era el P. Fr. Fran- cisco de Mecina, lector insigne de Teología. A este

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