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— 510— do del pecho habia pasado á sepulcro horroroso, donde el corazon estaba tristemente enterrado, aunque mal cubierto. Brotaba mucha copia de agua y de materia, derramándose indeficientemente los espíritus vitales y acercándose cada dia á los um- brales de la muerte. Habíanse agotado todos los esfuerzos del arte, aunque en vano: todos los fa- cultativos la daban por incurable. En tan terrible conflicto, recurrió la paciente con lágrimas y con gemidos al cielo, pues no quedaba ya recurso á lo humano. Oyó referir los muchos prodigios, que obraba el siervo de Dios Fr. Lorenzo y poblado u espíritu de fé, los ojos de lágrimas y el alma de afectos y que batia en su favor las alas de la espe- ranza y hallándose inspirada de un interior alien- to, que movia su corazon casi difunto, ofreció ayu- nar tres sábados á pan y agua en honor del beato Lorenzo y visitar en estos dias la iglesia de los ca- puchinos, si alcanzase del Señor la deseada salud. Oyó sus votos por intercesion de su siervo Lorenzo, y desde aquel instante empezó á sentir los efectos de su patrocinio: fueron cesando los dolores, cer- rándose aquella herida, cubriéndose toda de cat- ne fresca, con asombro de los cirujanos y médicos, que en pocos dias vieron, que no quedaba vacío alguno, porque habia recuperado todo lo que el mal tirano en mucho tiempo habia lentamente mordido. Vieron extendida perfectamente la piel, sin que hubiese dejado huellas, surcos, ó cicatri- ces el mal, siendo este uno de los portentos que mas admiraban los cirujanos, como hazaña que desconocen el arte y la experiencia, en una tan EP > de

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