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a elasunto. Todos senltian perder en aquel novicio á un gran santo, segun las señales que en él se des- cubrian; pero no todos se acomodaban con su con- ciencia para darle la profesion. Muchos eran de parecer, mirando por su salud y por la religion, que se volviese al siglo, y despues de recuperado, se le recibiese segunda vez. Otros, no reparando en el achaque, teniéndole por leve, no hallaban su- ficiente motivo para no darle la profesion, privando á la órden de un varon santo, que por tal le tenian todos. Ultimamente tomaron un medio, que fué suspender la profesion por un poco de tiempo, es- perando que él sanaria de su dolencia. (1). 11. Ya se deja de ver con qué amargura estaria el bendito novicio, al verse suspendida la profesion y con ella todo su consuelo; se afligia, temiendo perder lo que tanto deseaba. Batallaba su agigan- tado espíritu entre dos formidables escollos. Aman- le de la cruz, queria padecer por Jesucristo; pero veía que por aquel padecer se privaba de un gran bien. Continuaban los dolores y con ellos las co- ronas. No sabia qué camino tomar por mas seguro. Si escogia los dolores, le impedian la profesion: si deseaba la profesion, le faltaban los dolores. Con- sultó prudentemente con su maestro lo que debia pedir á Dios, y este (vestido de luces su pensa= miento) le aconsejó, que entregándose del todo en la voluntad del Señor, nada le pidiese deler- minadamente, sino que en todo y por todo se cum- pliese su voluntad santísima, y que para alcanzar »>. 1) Suma de los procesos de la beatificacion, fol. 38,

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