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co SO tiendo su bronce un grito el mas canoro, con cada milagro. Desde el mismo punto que llegaron sus reliquias á Villafranca y aun antes, empezó el cie- lo á dispensar favores sobre aquel afortunado pue- blo, llamando la atencion de sus vecinos con soberanas luces y sonoros y armoniosos ecos. Sis guiéronse sanidades y otros muchos beneficios: siendo su sepulcro glorioso en honor y culto y cé- lebre su memoria, en glorias y milagros. Deseaba el papa Gregorio XV (antes cardenal Ludovisio, gran devoto de Brindis), que le pidiesen el culto del varon santo, porque queria serjuez y abogado, el que habia sido testigo glorioso de las proezas de su espíritu en tan repetidas ocasiones. Cada vez que la memoria hacia reflexion, sobre lo que habia observado la vista, se inflamaba el corazon en de- seos de proponerle desde el altar por dechado de las mas heróicas virtudes. Habia visto arder aque- lla alma en un incendio de amor sagrado, don- «le no habia otro humo, que el que servia á la veneracion en el templo y en el sacrificio. Había- Je admirado extático en muchas ocasiones, trans- portado el espíritu á regiones inaccesibles. Vió heróicas en Brindis todas las virtudes y colocadas -———enaquel sublime grado, desde donde grita menos confuso, que ronco el ejemplo; y queria darlas culto, quejoso de los capuchinos, que no enviasen un ruego á la Silla apostólica sobre este punto y fuesen dejando cubrir sus cenizas del olvido. El corto gobierno de este pontífice que fué solo de dos años, no dió lugar á cumplir sus deseos. Suce- dióle en el pontificado y en su devocion, Urba-

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