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o ie y devoto, no le faltaba la virtud de la prudencia, antes bien no fuera virtuoso, sino fuera prudente. Es costumbre entre los capuchinos, antes de las Cuaresmas, que tiene destinadas al ayuno, mor- tificacion y penitencia, conceder á los jóvenes, y aun á los ancianos, alguna honesta recreacion, para que fortalecido el cuerpo con este alivio, pue- da seguir el espíritu sin desfallecer por el camino de la austeridad y penitencia. En estos lances, aunque su espíritu mortificado le inclinaba mas al rigor que al alivio, venciendo su prudencia los impulsos de su ánimo, hablaba con sus hermanos, se divertia con ellos, pero con tal moderacion y peso, que sin faltar á las leyes de una inocente recreacion, cumplia tambien con las leyes del es- píritu, sin dejarse llevar de la libertad y desahogo, que aunque moderado y religioso, lo miraba siem- pre con cauteloso ceño. Solo se le notaba en estas ocasiones el candor inocente de divertirse y hacer halagos á un corderito que habia en la huerta, notándose que, luego que veía este animalito al siervo de Dios, corria festivo á sus caricias, sin acercarse á los demás novicios, le seguia saltando y brincando, con demostraciones tan singulares que llamaba la atencion de cuantos lo miraban, notando en esto algun misterio, que, á lo que se puede discurrir, seria la inocencia del siervo de Dios, por ser el cordero símbolo de esta virtud; y á la verdad en este varon grande hicieron coro entre las demás virtudes el candor y pureza. Ul- timamente su maestro de novicios, viendo y ad- mirando en el santo jóven un lleno tan prodigioso

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