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7 riqueza habian bajado á la pobreza y necesidad. Decia: que una de las mayores calamidades, que pue- de padecer la naturaleza humana, es hallarse preci- sado un hombre de honor á mendigar aliento y á res pirar dá merced agena. Dijo bien el que dijo: “Que quien tuvo algun lugar en la fortuna, si llegara al extremo abatimiento de la pobreza, no puede vivir sino nueve dias, y es la razon; porque si no pide á los nueve dias muere de hambre; y si pide muere de vey- gúienza. Estas y otras máximas tenia muy presen- tes la sierva de Dios, y las usaba cuando y como convenia. Fuera largo referir por extenso el modo - admirable con que gobernó los Estados: basta de- cir. que todos los vasallos estaban contentos con su dominio, sin hallar puerta á a queja, ni á la murmuracion, ni á la envidia. Así PP. hasta que volvió su padre de Italia. 14. La devocion que esta sierva de Dios tuvo á nuestro beato Lorenzo, fué extremada. Tenia muy presente la recomendacion de su padre, cuando se le remitió desde Lisboa; reputando esto por un fa- vor especialísimo del cielo, en que quiso Dios dar á entender enviaba á aquel santo varon para mucho bien suyo y de toda aquella comunidad y aun de to- da la tierra, y así acudia en todas sus necesidades y aflicciones al patrocinio é intercesion del beato Lo- renzo, hallando pronto el remedio. Entre otras fué muy singular el favor que recibió la sierva de Dios, y refiere la crónica ya citada. Hallábase aba- desa, cuando la asaltó una gravísima enfermedad que en breve tiempo la puso en los umbrales de la muerte: clamó á su patron, ofrecióle sus votos y

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