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— 419— biera admitido á no habérselo mandado estrecha- mente sus prelados. Fué esto á instancia de su pa- dre, que le parecia que nadie podia hacerlo como su santa hija. Esta ordenacion causó mucha con- fusion y pesadumbre en la sierva de Dios; pero hu- bo de rendirse á la voluntad divina, que sin duda lo era declarada ya por sus prelados. Admitió el nombramiento resignada en el Señor y juntando en uno dos cargos al parecer opuestos, fué gobernado- ra solícita y diligente y al mismo tiempo religiosa humilde y retirada. Trataba con los hombres, pero antes con Dios. Para acertar en la justicia y go- - bierno político, acudia á la oracion de donde sa- caba el acierto. En las demás obligaciones religio- sas era puntualísima y sin faltar á estas acudia á las otras. Valíase de aquellas máximas cristianas y políticas, que le dictaba su gran prudencia. La primera de que se valia, era amparar á los pobres y desvalidos, haciendo que sus pleitos y dependen- cias se despachasen con prontitud, sin cargarlos de multas y penas como se acostumbra, con que los imposibilitan á la paga y destruyen á los po- bres vasallos. Decia una sentencia digna de tener- la todos los jueces muy presente: Mas daño se hace en dilatar la sentencia, que no en que sea contraria. Quitó salidas y ejecutores, con que engordan los ministros y enflaquecen los pueblos. A los deudo- res cuando eran pobres, ú les perdonaba, ó les es- . peraba; pero de quien mas se compadecia, era de los pupilos y viudas; con estos usaba de la mayor piedad y clemencia. Tambien le debian mucha conmiseracion aquellos, que de la abundancia y

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