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-.. con el Ave maris stella. Dió repetidas gracias á la Majestad Suprema, y pidiendo su ayuda para aque- lla grande empresa, continuó su camino. Y pare- ce que Dios le oyó, saliéndole todo prósperamen- te; apenas llegó al convento, le presentaron al Provincial, que habia venido con el ánimo de dar- le por sí mismo el santo hábito; y así sin aquellas demoras y experiencias, que para probar la voca- cion hay entre los capuchinos, y llaman fiempo de Catecúmenos, le vistió el santo hábito el dia 18 de Febrero del año de 1575 en la edad de 16 años. Es costumbre entre los capuchinos al dejar el siglo y tomar el hábito, dejar tambien el nombre del si- glo y tomar otro, para que todo sea nuevo, y nada quede del hombre viejo, ni aun el nombre; y como el Provincial se llamaba, segun hemos dicho (1), Fray Lorenzo, quiso, no sin especial providencia, que dejando el nombre de Julio César, que tenia, se llamase Pr. Lorenzo de Brindis, con cuyo nom= bre le llamaremos de aquí adelante. 7. Pero antes se nos ha de permitir una breve digresion, si así se puede llamar lo que es propio de la historia. Fué famoso en la antigiedad el an- fiteatro de Verona. En este glorioso campo llega- ban muchos Varones fortísimos al Laurel, despues de haber pasado por la fatiga de las mas heróicas y repetidas hazañas. No sucedió así á nuestro nue- vo luchador, pues se vió la corona sobre sus sie- nes, aun antes de entrar en los riesgos y contin- gencias de la batalla. Llamóse Julio César, cuyo (1) Núm. 3, de este capítulo.

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