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O GA Ar AT AA AA de A e a sed . — 452— rias para calificarlos por milagros, como testigos, informaciones, etc. Y sucede muchas veces ser un gran milagro y aun acaso mayor que los aproba= dos y por no haber testigos que depongan, ó si los hubo, no se practicaron las diligencias necesariasó si las practicaron, no fué con toda aquella formali= dad que se pide, para que nuestra Madre la Iglesia lo apruebe; pues saben todos con cuánto rigor se procede en esta materia; y por eso no se califica por milagro, no porque no lo sea. de 2. Dicen tambien estos impíos, que no viene al caso referir los milagros en las vidas de los santos, pues los milagros no son otra cosa, que gracias que el Señor hace por sus siervos y no obras suyas; y mas cuando los milagros son despues de su muer- te. A este argumento se responde fácilmente di- ciendo, que si se habla de los milagros que hacen los santos en vida, es falso decir que no son obras suyas, antes bien, son obras de las mas gloriosasé ilustres que hacen, mediante la gracia divina, pues tocan en la raya de sobrenaturales. Si se ha- bla de los milagros despues de su muerte, son tam- bien obras suyas, no corporales, sino (digámoslo así) espirituales: son obras de su influjo: son efec- to de lo que obra para con Dios su patrocinio. Y son tan necesarios los milagros despues de la muer- te, para que la santa Iglesia beatifique á alguno, ue sin ellos, nunca permitiria culto público á inguno, por mas santo que haya sido. Muy poco acreditarian la santidad del siervo fiel los mila- gros que hizo en vida, si despues de su muerte hu- bierah cesado sus prodigios; pues á lo mas servi- E
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