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2 A puertas de la muerte, que no le faltaba mas que ceder el último aliento. Conociendo su afligida madre, que todavía respiraba el enfermo, le aplicó uno de los referidos lienzos, exhortándole, á que confiase en la intercesion del santo varon y luego al contacto de aquella venerable reliquia, se retiró la muerte y quedó sin fuerzas el mal. 8. Gerónimo Triulci, milanés, se hallaba sin esperanza de salud con una calentura inflama= toria. El médico conociendo el peligro, le dijo, se dispusiese para la eternidad. Hízolo así, y re- cibidos los Sacramentos, esperaba aquella últi- ma y tremenda hora. Un amigo suyo, oyendo decir los muchos milagros que obraba el siervo de Dios, le llevó una estampa suya y luego que la vió el enfermo, concibió en sí una esperanza grande de sanar. Rezóle como pudo un Padre nuestro y una Ave María y luego se sintió bueno y pidió los vestidos para levantarse de la cama. Vino el mé- dico; y atribuyéndolo á delirio, no se lo permitió: dijo le diesen de refrescar un vaso de agua de nie- ve para templar la cabeza; y el enfermo respondió, que selo bebiese él, que lo qne le convenia era un buen vaso de vino, para recobrar las fuerzas per- didas. El médico confirmándose en el concepto del delirio, se despidió muy enfadado, diciéndole, que no volveria á visitarle, pues no queria obedecer. Desde luego (replicó el enfermo) vaya Y. con Dios, que yo no le necesito; y si V. gusta, digame d qué ho- ra podré ir hoy á su casa ád pagarle las visitas. Vol- vió la espalda el médico amostazado y se fué lleno de impaciencia. El enfermo, que conocia la mejo-
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