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UE capuchino y la dijo se encomendase muy de veras al padre Brindis, que estaba haciendo muchos pro- digios: hízolo así la enferma con aquel corto alien- to, que su angustiado espíritu la permitia. Quedóse dormida un rato y vió á un capuchino de un as- pecto muy venerable y magestuoso, pero afable y cariñoso. Recibió con su vista un gran consuelo, pensando fuese algun ángel en hábito capuchino; y volviendo en sí, se halló enteramente resta bleci- da con admiracion de todos. Contó el suceso y trayendo una estampa de Brindis, llena de gozo, empezó á decirá voces: Este es, este es el padre, que he visto: este es el que me ha sanado; y toda ab- sorta y como fuera de sí, decia: Santo padre, no me dejeis tan presto: volved, volved otra vez d visitarme y consolad mi espíritu con vuestra santa presencia. Quedó sana y muy devota del varon santo, á quien debia la salud. 6. El caso que se sigue, aunque autenticado y presentado á la sagrada congregacion, es posterior á los procesos que cilamos en esta obra; pero le trae un historiador moderno, (1) y es como se si- gue. El año de 1722 yacia enferma muy de peligro una religiosa Dominica en el convento de Porto Mauricio, ribera de Génova, sin haber medicina eficaz para tanto mal. Estaban las religiosas leyen- do entonces la vida del varon santo; y viendo tan- tos prodigios como obraba, dijeron á la enferma se encomendase á él, con mucha fé: alentó su espiri- tu y hallándose una noche mas afligida de su mal, A ¡ly Marquina fol, 318. sx

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