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co Bérgamo, y como habia sido testigo de la vida ejemplar de aquellos jóvenes, y tomando tambien informe de los mismos Padres, no dudó recibirlos luego, sin preceder otro exámen; lo que no es re- gular entre los Capuchinos, que los prueban de muchos modos antes de admitirlos, para experi- mentar mejor su vocacion. Dióles gustoso la obe- diencia, para que fuesen á tomar el santo hábito en el Noviciado de Verona, y los pas dándo- les su paternal bendicion. 4. Lleno de gozo nuestro Julio César (pues ya no hablaremos mas en la historia de su compa- ñero, que se llamó en la religion Fr. Andrés de Ve- necia, reservando su vida para la crónica); lleno, pues, de gozo, se volvió á su casa, y echándose á los piés de su tio D. Pedro, á quien tenia en lugar de padre y respetaba como á maestro, vestido su rostro de aquel candor virginal, que le era tan fa- miliar, le dijo: «Tio y señor, aquí tienes á tus piés «á un mal sobrino, que no se ha sabido aprovechar «de tus consejos santos y fervorosos ejemplos. Ya «conozco que he malogrado mucho. tiempo, que «pudiera haberlo empleado en las letras y en el «espíritu. Ahora veo que no se ha logrado en mí «el fruto tan deseado de vuestro celo y fatigas, «para que yo fuese bueno. La culpa ha sido. mia; spero tengo confianza en el Señor que con su di- —«vina gracia podré resarcir tantos daños. Ya, ben- «dita sea su piedad, tengo la obediencia del pro- «vincial de los padres Capuchinos para irá vestir «el sayal penitente, que tanto he deseado, al con- «vento de Verona. Aquí están sus letras que las e y “FR
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