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— 418— padre santo, rogad «¿ Dios por mi; y derramando lá- grimas, bañaba su bendito rostro, sin saber apar- tarse de su amado. Fué preciso retirarse para aca- bar la operacion; y concluida, le pusieron en una caja toda cubierta de plomo. CAPÍTULO XXII. Zetiitase un devoto litigio sobre quién ha de en- terrar el sagrado cadáver: y el Excelentísimo Señor D. Pedro de Toledo le envia á Villafranca del Bieroz con todo secreto: refiérense varios prodigios, que con este motivo sucedieron. 1. Como es apreciable la santidad, lo es igual- mente el sugeto en quien reside. Sabian todos la gran virtud y santidad del beato Lorenzo y por eso fué tan plausible la estimacion que tuvo viviendo; y ásesto se seguia, como efecto necesario, que aun despues de muerto le habia tambien de tener, pues no es despreciable la relíquia de un santo y mu- cho menos todo el cuerpo. Con esta santa emula- cion de tener el de nuestro beato Lorenzo, se le- vantó un gran litigio sobre quién habia de enterrar ó por mejor decir, poseer el venerable cadáver. La parroquia alegaba su incontrastable derecho; pues aunque habia sido religioso, habia muerto en su territorio y los capuchinos no tenian convento en Lisboa. Los reverendos padres observantes decian - que les tocaba á ellos, por serhijo de San Francis- co y fraile menor; y por consiguiente debia enter- rarse en su convento. La capilla real defendia que

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