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— 415— tuvo encerrado mucho tiempo, llorando la muer- te de su muy amado embajador y fidelísimo con- sejero. Igual fué tambien el sentimiento de todas las personas reales y del ayo del principe D. Balta- sar de Zúñiga y del conde Malvezi. En toda la cór- tese divulgó luego la muerte del santo embajador y fué grande la conmoción que hubo. Corrieron de ceremonia al palacio del marqués todos los minis- tros, embajadores, grandes y señores. Además de esto era tan crecido el concurso de toda clase de gentes, que venian atraidos de su virtud, que para evitar la confusion, fué preciso poner guardia de soldados (1). 15. Pero no se contentaban con ver y aun ado- rar al varon santo, le iban cortando el hábito y venerables barbas por reliquia; de suerte, que le hubieran dejado desnudo y acaso despedazado, si el marqués no hubiera tomado providencia de po- nerle en parte donde le pudiesen ver, sin tocarle; pero las alhajuelas, que tenia á su uso, fué preci- so repartirlas. El marqués se reservó. para sí el Breviario y los anteojos: D. Baltasar de Zúñiga pudo conseguir el cordon y un pedacito del hábi- to: el conde Malvezi, un canelon de las disciplinas y el vaso de barro con que bebia el varon santo; y un familiar suyo un pedazo del hábito y unos ca- bellos de la barba: las demás alhajuelas y des- pojos se repartieron entre otros señores, que con grande anhelo las buscaban, quedando otros mu- chos desconsolados por no haberles tocado na- 1) Sum. fol. 330,

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