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e” Mb susto, á no deslumbrar sus temores las luces, que salian de su rostro, cuyos reflejos le hacian á un tiempo hermoso y venerable. Fueron sin duda mu- chas y grandes las misericordias, que la poderosa mano de Dios obró en el discurso de esta dolencia en aquella alma purísima, aunque de su noticia nos privó su profunda humildad. Caminaba yaá toda prisa nuestro beato Lorenzo, buscando sufe- liz ocaso; de suerte, que aun para los médicos se cerraron los pasos todos á la esperanza, conocien- do ya la verdad de su vaticinio. Respiraba tan dé- bilmente aquel grande espíritu de Lorenzo, que era menester llegar con frecuencia á reconocer si alentaba y experimentar una providencia mi- lagrosa en cada respiracion, que salia. Iban alter- nando las congojas con algunos ratos de alivio, pe- ro nunca con esperanza de vida. Era imponderable el dolor, que causaba esta temida pérdida en el no- ble y piadoso corazon de D. Pedro de Toledo, que ya lloraba por muerto á su amado director, á su fiel consejero, á su ilustrado maestro y á su fidelísi- mo amigo y santo compañero Fr. Lorenzo de Brin- dis: llegando á tanto su sentimiento, que ya no podia ponerse delante de él, sin derramar muchas lágrimas, aunque procuraba cuidadoso reprimir- las. Cuando era necesario administrarle el preciso alimento, 6 medicina, lo hacia de rodillas, aunque con disimulo, porque no lo conociesen; pero en lo interior nacia de un religioso impulso de venera- cion y culto. Igualmente los compañeros del va- ron santo. con toda la familia estaban inconsola- bles.
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