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o lante con mucha desconfianza, inclinándose mas al dicho del varon santo que á las reglas del arte, ni á las señas mas claras y evidentes de las medi- cinas y efectos que causaban; de suerte, que se veian obligados á decir que se moria, cuando las señales todas eran en contrario. 3. Luego que el rey supo el pronóstico de Fray Lorenzo, creyó seguramente que se moria, tenien= do sus palabras por oráculo. Mucho sentia este golpe el piadoso rey; y no contentándose con el cuidado que ponia en que le asistiesen, quisoiren persona á visitarle y despedirse de él, ó acasoá comunicar algun negocio grave; pero los grandes y ministros se lo impidieron, diciendo que aquel ejemplar abriria la puerta á otros muchos que nun- ca los reyes de España habian visitado á ningun embajador. Entonces dijo el rey: Yo no voy d visi-- tar á un embajador, sino d un santo; y esto no es in- decoroso para un rey. Pero no obstante se detuvo como prudente, aunque contra su voluntad. Igual era tambien el sentimiento de los príncipes y los infantes, y enviaban muchas veces á D. Baltasar de Zúñiga á visitarle. Lo mismo hacian en perso- na los grandes, los ministros y embajadores, la- mentándose toda la córte, de tan fatal desgracia. Los reverendos padres observantes, como tan cari- tativos y atentos, muy á los principios de la enfer- medad, quisieron llevársele á su convento, alegan- do que en él estaria con mas quietud y retiro, sin que le faltase nada para su preciso descanso y asis- tencia; y sin duda hubieran ejercitado su gran ca- ridad con este capuchino venerable, como lo han

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