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io sentiré mucho se me muera. Mandó tambien al con- de Malvezi, Milanes (íntimo amigo del beato Lo- renzo), que le visitase con frecuencia y le diese aviso del estado de la enfermedad y le ofreciese de rle de Su Magestad cuanto fuese de su alivio. Los médicos del rey habiendo observado con exá- men crítico los sintomas de la enfermedad, fueron todos de parecer, que sanaria pronto. Del mismo dictámen eran todos; y el conde de Malvezi, di- ciéndoselo al varon santo, le respondió, levantan- do los ojos al cielo: Fo sanaré de esta enfermedad, cuando vea á Dios: creedme conde que esta es la últi- ma: esta es la voluntad de Dios y se ha de cumplir. Replicó el conde y dijo: 4eordaos P. Fr. Lorenzo, que el conde Rugerio aun estuvo mas malo y sand. Ya me acuerdo (dijo el varon santo); pero asé como aquella fué voluntad de Dios, así lo es esta; y en esto no tengo duda. Recetaron una medicina muy cos- tosa, y dijo el varon santo á los médicos: Vo os doy infinitas gracias por la solicitud que poneis en pro- curar mi salud: y siento se gaste en mi, que no me- rezco ni aun la tierra que piso, una medicina tan costosa y rica. Yo la tomaré por obedecer, pero con el conocimiento cierto, que ni esta ni otra medicina me ha de sanar. Camplid vos con vuestro oficio, y cúm- plase tambien la voluntad de Dios. Pasmáronse los médicos al oir estas palabras de un hombre á quien tenian por santo, y aun pensaban, si la fuerza de los dolores le habian privado los senti- dos, pues todas las señas ofrecian lo contrario de lo que el beato Lorenzo decia, pero como en todo iba consiguiente, caminaron de allí en ade-

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