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o UR añ grave de su embajada, le acometió el dia 2 de Julio una cruel enfermedad de disenleria, la que le postró en una cama con acerbísimos dolores; pero no obstante en los primeros cinco dias le per. mitió decir Misa, aunque contra el comun dictá- men de los médicos, que se admiraban de ver aquella sagrada animosidad y que pudiese estar aun medio cuarto de hora de pié; pero no es de admirar en el beato Lorenzo, pues aquel santo sa- crificio era la fragua ardiente de amor, en que su corazon inflamado, pasaba á ser holocausto, batien- do mas finamente las alas de su afecto, cuanto mas de cerca registraba su feliz tránsito. Verdad es, que en la Misa era lo mas breve que podia, y no tardaba mas que tres horas; pero agravándosele la enfermedad, fué preciso contentarse, con reci- bir cada dia la sagrada comunion, por ser ciertísi- mo alimento de su alma y no pocas veces alivio de su cuerpo. Para esto uno de sus compañeros decia Misa en un oratorio próximo á la habitacion, donde estaba el siervo de Dios, y le daba la comu- nion, que el beato recibia con un mar de lágrimas y tiernísimas expresiones de piedad y devocion. 2. Informado el rey por el señor marqués de Villafranca, de la enfermedad de su amado, ó por mejor decir de su venerado Fr. Lorenzo, lo sintió infinito y mandó que de palacio se le asistiese con medicinas y cuanto fuese necesario; y tambien, que sus médicos de cámara le visitasen y asistie- sen como á su misma persona real. Al marqués le dijo: Avisadme con puntualidad de cualquiera nove- dad que haya, y cuidad de ese santo capuchino que

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