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al A " ho E A ES o CAPITULO XXI. Ultima enfermedad, y preciosa muerte del beato Lo- enzo en el palacio del excelentísimo señor D. Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, y le manda embalsamar su excelencia por el honor debido al ca- rácter de embajador. l. Llegábase ya el tiempo, en que el teson de la vida mortificada, celo del bien de las almas, predicacion fervorosa y otras virtudes del beato Lorenzo, diesen la última mano á sus altos méritos y cerrasen el período de su vida y el círculo de su corona, con admirable perseverancia. En las efi- cacias de sus obras, se daba á conocer la cercanía de su fin, como la luz, que cuando está mas cerca de apagarse, esfuerza mas sus resplandores, y co- mo la piedra, que hace su movimiento mas presu- roso, cuando se avecina mas á su centro. Cinco audiencias del rey habia tenido en poco tiempo, acalorando los negocios de su embajada, para que no quedasen en embrion por su muerte, que sentia ya muy cercana. Sabia sin duda el siervo de Dios, que esta era la última jornada de su vida, como lo escribió al serenísimo señor duque de Baviera y queda referido en el capítulo antecedente. Tam- bien sabia, que su muerte habia de ser en Lisboa, patria 0 provincia de S. Antonio, como se dijo, hablando del espíritu de profecía; y supo tambien el dia y hora de su muerte, como veremos despues. Cumplido ya (cuanto estaba de su parte) el negocio
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