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al - Me mucho en Jesucristo. Era digno de admirar ver la veneracion y respeto con que estos príncipes tra- taban al varon santo. Quiero poner las palabras, que sobre esto trae un escritor de la vida de Brin- dis (1). «Era tanta la veneracion, que su cristiano «padre Felipe Ill les habia infundido en obsequio «del siervo de Dios, que acordándose mas de ser «cristianos que de ser príncipes, salian acompa-= «ñando al padre Lorenzo, mas trecho del que les «permitian los fueros de soberanos y postrándose «á sus piés le besaban la mano y recibian su ben- «dicion dejándose llevar del olor suave de su santi- «dad, con que pisaban los márgenes y límites de la «razon de Estado y sintiendo su ausencia, le decian: - «Padrevolved luego, no tardeis en venir.» Y exclama aquí con ponderacion y asombro el citado autor, y dice: «!Oh acendrada cristiandad de la corona de Es- «paña! ¡Oh veneracion católica, con que sus prínci- «pes nacen! ¡Qué diria (prosigue) nuestro Pontífice «Benedicto XIII si viera y presenciara estos devo- «tos pasajes! Diria lo que en otra ocasion, hablando «con los príncipes de Italia: Confusion es haber vis- «to d un rey de España, siendo yo Obispo de Bene- «vento, con qué veneración y respeto trataba d los mi- «nistros de Dios y sacerdotes del A ltisimo. Confusion «es (vuelvo ú decir) ver esta demostracion en un rey «tan poderoso y ver d un príncipe de Italia, quien so- «lo por ironía puede tener el titulo de principe, tra- «tar á los sacerdotes y aun d dos Obispos, con tanto «vilipendio, como si fueran criados suyos.» Hasta dd) Fray Matías de Marquina lib, 4, cáp. 1, vida manuscrita.

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