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— 393— sias, señores arzobispos y obispos que habian con- ourrido á la córte con motivo de la coronacion del rey. Todos á porfia le buscaban y todos salian de su presencia muy edificados. Visitóle el arzobispo de Ebora y despues de haber dicho del santo em- bajador mil elogios, añadió: Solo la presencia de es- te capuchino, basta para persuadir lomas árduo, y solo un San Pablo podrá excederle en magestad y res- peto. Vivia el siervo de Dios mortificado entre tan- tos aplausos y quisiera volverse al retiro de la pri- mera aldea y trocar la brillantez de la córte por aquella santa rusticidad; pero fué preciso rendirse á la obligacion, y sacrificar su voluntad propia por el bien ageno. Iba ya acercándose la antorcha lu- ciente de su preciosa vida á su feliz ocaso y como que presentia ya este lance, buscaba con solicitud mas que regular el retiro, para gozar de él y dis- ponerse á la última jornada. El marqués de Villa- franca, que deseaba complacerle y darle gusto en todo, le preparó la habitacion para él y sus compa- ñeros en un sitio cómodo, pero retirado de su pala- cio, para que allí pudiese tener mas quietud, encar- gando á los criados destinados á su asistencia que no le molestasen, á no ser cosa precisa. Este gran bienhechor del beato Lorenzo vivia lleno de una santa vanidad por tener consigo á un santo, cuida- ba de su quietud atendia á su regalo, miraba por su alivio, solicitaba su descanso; y lo que mas es, le servia personalmente (aunque con gran repugnan- cia del varon santo) y esto con la mayor veneracion, como pudiera un criado el mas ínfimo de su casa. Todos los dias antes de salir de casa, tomaba la

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