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€ recia todo poco para honrar á su venerado hués- ped: en esta gran mesa se admiraba con edifica- cion de todos la moderacion y abstinencia del no- -bleembajador, por quien se hacia aquel espléndido banquete. Pero era muy de notar la afabilidad y rudencia del varon santo, sin mostrarse ceñudo ni displicente, antes bieh con todos estaba alegre y placentero. Luego que se acabó la comida, fué á palacio el siervo de Dios, como se lo habia manda- do el rey y este le recibió con las mayores demos- traciones de afabilidad y cariño. Se retiraron solos al gabinete secreto. Duró esta audiencia tres ho- ras, sin saber lo que en ella se trató: solo se pudo colegir del rostro placentero del rey la alegría grande que habia tenido de verle. Al despedirse, le dijo el rey con palabras cariñosas: Venid, padre verme con frecuencia, sin que yo os llame, pues ten- dré mucho gusto en veros y en cualquiera ocasion se- reis recibido con mil amores: venid con confianza, que no se os detendrá en ninguna parte, pues para vos nada hay reservado; y así lo he mandado d mis guar- dias. De esta grande estimacion y singular favor de nuestro católico monarca, deponen varios testigos de vista en los procesos de Villafranca (1): y es co- sa muy rara y favor á pocos concedido y de que apenas se hallará ejemplar en las historias. Visitó tambien á las personas reales y en particular al príncipe de Asturias, á quien despues veneró el mundo monarca de las Españas con el nombre de Felipe IV. Fué recibido de su alteza con mucho (1) Proceso de Villafranca, año de 1690, fo]. 11 y 19.
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