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o JD ci 7. Así se hizo y salió del palacio del excelentí- simo Señor D. Pedro de Toledo, acompañado de todala nobleza en magníficas carrozas, en lucidí- cimos coches: en fin, con toda aquella magnificen- cia y ostentoso aparato, que se acostumbra en se- mejantes casos. Pero, ¡oh mutacion extraña! ¡Ver hoy tan obsequiado de los nobles cortesanos al que ayer era despreciado de unos rústicos aldeanos! ¡Al que ayer pedia una limosna de puerta en puer- ta, verle hoy entre tanta magnificencia! Adoremos las providencias del Altísimo. Iba, pues, nuestro Lorenzo entre tanta grandeza, anegado todo en su misma nada, lleno de confusion y vergúenza y aun- que su presencia era grave y magestuosa, que da- ba bien á entender el carácter noble de su empleo, se traslucia por su venerable aspecto la humildad profunda de su bendita alma. Llegó á palacio, donde ya estaba el rey esperando, con muchos de- seos de verle. Recibióle con tan singulares demos- traciones de cariño, que parecia se habia olvidado de su majestuosa entereza. Cumplió el varon santo con las ceremonias sérias de este acto y entrega- das las credenciales y habiendo pasado entre los dos amorosos recuerdos de la embajada primera, le despidió el rey diciéndole, que despues de co- mer, volviese á audiencia secreta. Concluida esta funcion, se volvió con el mismo aparato al pa- lacio del marqués de Villafranca, donde estaba dis- puesta una gran mesa para todos los asistentes, en que mostraba su excelencia el especial regocijo de tener en su casa un .huésped tan de su aprecio y de su mayor veneracion y en fin logró su excelen-

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