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a E como la luz no puede estar escondida, no faltó a]. guno de los cortesanos, que sabiendo la venida de los capuchinos á aquella aldea y la vida ejemplar que hacian, movido de curiosidad, supo quienes eran, y publicado por la córte, corrió luego la voz y con ella un gozo universal de todos los cortesa= nos. Estaba aun viva é impresa en los corazones de la nobleza española la memoria de Brindis, cuando el año de 1609 vino por primera vez emba- jador á la misma Magestad de Felipe III. Estaba muy presente la fama de sus virtudes y milagros; con que fué grande la alegría y conmocion de to= da la córte; pero quien participó mas de este jú= bilo, fué su grande amigo y especialísimo bienhe- chor el marqués de Villafranca D. Pedro de Tole= do. Luego que su excelencia lo supo fué á la aldea: en alas de su devocion y dando tiernos abrazos al siervo de Dios, le trajo á su palacio con sus com= pañeros, dándole amorosas quejas de no haberle avisado (de su venida. Pasó inmediatamente su excelencia á Belen á dar parte á Su Magestad,: quien se alegró infinito, pues le tenia con cuida- do su tardanza. Aquí se renovaron en el monarca aquellas llamas del divino amor, que el siervo de Dios solia encender en aquel corazon piadoso y justo, y no pudiendo resistir mas dilacion, dió ór= den para que al siguiente dia hiciese la entrada pública con todas las solemnidades que se acos- tumbran con los demás embajadores, sin reparar en que aun no habia tomado posesion del reino (1). (D) La reina D.* Margarita de Austria, á quien el beato Lo- rr cm y a y confesado siendo niña, habia ya muer- el año de 1611.

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